miércoles, 26 de septiembre de 2012

Nueva estructura de la serie nacional: Otra vuelta de tuerca a la sinrazón

(Comentario del colega de Las Tunas Dubler Vázquez acerca de la nueva estructura de la serie nacional) 
Cepeda desaprueba los refuerzos

Paseada por toda Cuba en las últimas semanas, y del mismo modo rechazada en la mayoría de las provincias, la nueva estructura de la Serie Nacional es ya una lamentable realidad.

El intento de legitimar una variante que a fin de cuentas ha venido solo a resucitar la fallida experiencia de la Copa Revolución, encontró apoyo y defensores, pero sobre todo críticas y oposición a lo largo de todo el archipiélago; y sin embargo, acaba de ser presentada como la panacea que curará las heridas del béisbol cubano.

Si bien la polémica propuesta aporta cambios positivos, como la eliminación de las zonas y por ende la clasificación de los ocho mejores elencos del país; al mismo tiempo propone escenarios, como mínimo, preocupantes.

Y es que a no pocos alarma el hecho de que ocho territorios de este país podrían disfrutar solamente de los 21 juegos que su elenco efectúe como local y que sus aficiones tendrán que esperar diez meses para volver a animar a los suyos; a menos que su insaciable hambre beisbolera se vea colmada por el exiguo bocado que sería apoyar a uno o dos, quizás hasta tres o cuatro de sus ídolos, mientras estos dejan todo en el terreno para hacer campeón al equipo que, probablemente, haya sido su principal rival histórico.

Inevitable es, entonces, colmar de interrogantes esta página: ¿Qué sucederá con los 200 peloteros que, al menos esta temporada, irán al limbo por casi un año? ¿Cómo solucionar el problema en campañas venideras, si la idea de una Liga de Desarrollo paralela al nuevo torneo selectivo, multiplicaría el esfuerzo económico del país, y los límites del presupuesto, ya se sabe, son inflexibles? Si en definitiva triunfa la iniciativa de ajustarse a las nuevas categorías internacionales y la Serie de Desarrollo se convierte en un torneo sub-21, ¿qué hacer con las decenas de jugadores que exceden esa edad, pero acumulan una preocupante inexperiencia competitiva?

Si ha quedado demostrado, desde su surgimiento a finales de los años 80, que la postemporada es el momento clave del deporte y probablemente de cualquier actividad recreativa en el país, ¿cómo explican los teóricos del cambio en la pelota cubana el hecho de que se hayan reducido de siete a tres las series de play off para definir al campeón nacional? O dicho de otra forma: lo que hasta hace poco era un carrusel de emociones que se extendía por todo un mes, pudiera verse reducido a poco más de una semana si se produjeran tres barridas.

¿Cómo se las arreglarán las direcciones provinciales de deportes para repartir poco más de 20 juegos entre los intereses que giran alrededor de jugar en sus instalaciones principales y las demandas de sus municipios? ¿Adónde irá a parar el carácter de fiesta de pueblo de la Serie Nacional; adónde su condición de mayor espectáculo socio-cultural en esta isla eminentemente beisbolera?

¿Qué hacer con posiciones como la inicial y el campo corto, en las cuales contamos con hasta una docena de buenos peloteros, si solo ocho podrán jugar la segunda fase y sería poco práctico elegir refuerzos en demarcaciones del campo que no haga falta reforzar?

¿Cómo elegir a los líderes de la Serie Nacional si no todos jugarán la misma cantidad de partidos?

¿Cuándo comprenderemos que concentrar en una misma Liga, durante unos dos meses, a los no más de 15 lanzadores de élite con los que contamos, no hará desaparecer los evidentes defectos técnicos que arrastran nuestros bateadores desde edades muy tempranas?

¿Habrán interiorizado los colegas que esgrimen argumentos éticos para callar ante la imposición de la nueva estructura, que apegarse a la ética pasa, en primerísimo lugar, por ser fieles a los principios y exponer sin temor lo que en realidad pensamos? 

Elevar la calidad de la pelota cubana es una tarea urgente; pero dar palos de ciego y destruir algo que funcionaba bien, se parece más a un acto de irresponsabilidad. Encumbrar el techo de nuestro béisbol es ciertamente un objetivo de primer orden, pero hoy más que nunca corremos el serio riesgo de que se nos desplome en la cabeza, si no reparamos, de una vez por todas, en sus maltrechos cimientos.

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