domingo, 6 de mayo de 2012

Los Gallos reciben doctorado "Honoris Causa"

Eriel ha bateado poco en los últimos play-off
El premio que tanto ansían Los Gallos y la afición de Sancti Spíritus ya se alcanzó. Aunque resulte paradójico, el equipo espirituano mereció un Doctorado "Honoris Causa".

La alta distinción académica, reservada por las universidades del mundo a aquellas personalidades de notables aportes, la merecieron nuestros peloteros.

El “reconocimiento”, que llegó tras la eliminación ante Los Cocodrilos de Matanzas en los cuartos de final, se sustentó en una razón de peso: la incapacidad de la generación más talentosa de beisbolistas de Sancti Spíritus para jugar en play off.

Luego del mazazo emocional que sufrimos, no se me ocurre otra ironía para hablar del papelazo que una vez más hicieron Los Gallos en la etapa cumbre del beisbol cubano.

A diferencia de otros colegas que adujeron razones éticas para no reiterar líneas escritas cuando hemos vivido momentos similares, estimé pertinente plasmar de manera exacta las ideas que señalé luego de que Pinar del Río sacara de juego a Los Gallos en el play off anterior.

Lo hago no por un facilismo. Lo hago porque creo sensato propiciar un debate que traspase el ámbito meramente deportivo, porque a fin de cuentas, el béisbol es el fenómeno sociocultural más importante de Cuba, y para los espirituanos, Los Gallos son sinónimo de identidad, como lo es la Iglesia Mayor o el Puente sobre el Río Yayabo.

El 4 de abril del 2011 dije: “Los Gallos entraron en la historia de la pelota cubana. La derrota ante Pinar del Río les terminó de conferir el título de equipo más inepto para jugar play off”.

En otro momento comenté algo que se ajusta al momento y que ahora actualicé en la parte de la edad.

“La humillante derrota nos lleva a otra pregunta. ¿Y ahora qué?. Sí, porque en el conjunto se ponen viejos Eriel Sánchez (37), Noelvis  Hernández (36), Dany González (32), Ángel Peña (32), Frederic Cepeda (31), Yunier Mendoza (31), José R. Alfonso (31) y Livan Monteagudo (32). 

Al igual que hace trece meses, hoy reitero con mayor convicción:
“Tenemos que mirar el mañana. Y para ello es imprescindible que el análisis del desastre, implique a las autoridades pertinentes, y no se limite a un risible estudio técnico-táctico”.

Por la vigencia que considero tiene lo escrito en la serie 50, agrego este párrafo, en el que incluí el resultado de este play off. 

“Se sabe que en la pelota se puede perder; solo que nunca de la manera en que lo ha hecho Sancti Spíritus en las cuatro últimas temporadas (7 ganados-16 perdidos), en las que siempre fue eliminado en los cuartos de final, a pesar de tener posibilidades objetivas para mucho más”.

“Nuestros muchachos están en deuda. Sería oportuno saber si hasta el año que viene o el que nieve”.

A todo lo dicho el 4 de abril del 2011 y lo que añadí ahora, agrego otro pensamiento que emití en los espacios de Centrovisión: Para jugar en postemporadas se necesita que la mente y el corazón funcionen, y también otras partes del cuerpo.

Solo así se explica que figuras de la talla de Yulieski Gourriel y Eriel Sánchez -campeones olímpicos, mundiales y subtitulares del Clásico Mundial-  apenas batearan 222 y 115, respectivamente ante Matanzas, y que frente a los pinareños, en la postemporada anterior compilaran 136 y 227. En el caso del receptor de Fomento el pobre bateo en play off es recurrente, porque contra Industriales en la serie 49, compiló 143. 

Y si hablo de estos dos portentos, es porque ellos son responsables de que Los Gallos clasificaran en los últimos nueve play off, porque han ocupado turnos de alta responsabilidad en la alineación y ambos dejaron de dar el batazo en el momento cumbre frente a Matanzas.

La eliminación ante los Cocodrilos, después de estar delante en la serie por tres juegos a uno, ratificó que Los Gallos carecen de los detalles necesarios para ganar, y que la generación más talentosa de peloteros espirituanos terminó de pasar a la historia como la generación perdida.

De nada vale una nómina cuajada de figuras de probado talento y jerarquía, que se diluye en momentos cruciales.

Aunque nos duela, el Doctorado Honoris Causa está bien “justificado”.

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